"Los artistas nunca se acomodan a nosotros. Somos nosotros los que nos acomodamos a ellos; los artistas son seres extraños y familiares a un tiempo. Son seres complejos, aún cuando muestren una obra extremadamente sencilla y hasta sospechosa de una cierta ingenuidad. Son personas que están lejos y están cerca. O bien: son personas que, pese a estar lejos, nos acercan al mundo.
Los artistas, o por lo menos aquellos que a mí me interesan, los que profesan un arte visceral, devoran el mundo a dentelladas para digerirlo a conciencia y entregarnos una percepción que determina no solo la certeza o la rica ambigüedad de un punto de vista, sino sobre todo un escenario moral, el móvil secreto de sus esfuerzos. En el camino hacia su madurez estética, sin duda, hay muchos muertos y heridos (negación y polémicas), pero ese ruido los enaltece.
Los artistas son ladrones. Se apropian de todo y lo hacen suyo, y, aunque las más de las veces dejan huellas, nadie los acusa. A Picasso, en cuestión de huellas, se le nota el arte africano, que inspiró Le mademoiselles d'Avignon. Se le nota Toulouse Lautrec, que lo habita en sus primeros años parisinos, se le nota Matisse (su gran rival), a quien saqueó toda una fiesta de colores, se le nota Cézanne, y se le notan, por supuesto, todos los pintores del pasado y del futuro.
Hace poco vi una película, en la que se hablaba de Pablo Picasso. El protagonista, que se dedicaba a la compra-venta de falsificaciones artísticas, decía: "Picasso es el mejor ladrón del siglo. Robó a todos los pintores que lo antecedieron e incluso a sus contemporáneos, y nunca fue descubierto. Y además vivió feliz, lleno de dinero, gloria y reconocimiento."
La película se titula El buen ladrón. Y propone la tesis de que un gran artista, a larga, es un buen ladrón, aquel que hace suyo lo mejor de los demás, la tradición artística y el temperamento que flota en el aire, alguien que define su autonomía y su originalidad a partir de un proceso de decantación.
Los malos artistas son aquellos que no tienen influencias, los que no se parecen a nada. El gran arte se parece a todo y, a pesar de ello, se parece fundamentalmente a sí mismo."
Extracto del Ensayo "José Tola o el arte de perturbar", por Fernando Ampuero.
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